Todos conocemos los perjuicios que el tabaco provoca en nuestro cuerpo. No es uno de esos productos que
puedan llegar a suponer cierto beneficio, como puede ser incluso la comida
rápida, que al fin y al cabo nos proporciona energía a través de sus calorías.
El tabaco acaba convirtiéndose en algo difícil de dejar, y los fumadores suelen tomar varios
cigarrillos al día, con las consecuencias que eso produce para su cuerpo, sus
pulmones… y los de los demás.
Porque además de ir en contra de su salud, el fumador está
también yendo en contra de todos aquellos que le rodean y que, de una u otra
forma, están teniendo que aspirar el
humo de sus cigarros. Aunque no es tan grave como fumar, ser un fumador
pasivo también conlleva sus riesgos, especialmente para los más pequeños, cuyos cuerpos y órganos
todavía se están desarrollando, y que pueden verse muy afectados por este
llamado humo de segunda mano.
Infecciones de oído, problemas respiratorios, ansiedad y
náuseas son solo algunos de los efectos
secundarios que se han visto en niños que estaban expuestos al humo de los
cigarros de sus padres. Porque el humo de segunda mano es mucho más perjudicial
de lo que pensamos, e incluso ha llegado a afectar gravemente, provocando enfermedades irreversibles, a algunas
personas que se han llevado toda la vida al lado de un fumador, convirtiéndose
ellos en fumadores pasivos.
La importancia de
evitar este tipo de humo peligroso ha sido tal que en muchos países ya se prohíbe
fumar en prácticamente todos los lugares públicos de interior, para evitar este
tipo de problemas, precisamente. Sin embargo, no se va a la raíz misma de la
problemática, que al fin y al cabo es evitar que las nuevas generaciones vean el tabaco como algo bueno que les haga
parecer más mayores, por lo que generación tras generación, nuevos fumadores se
van uniendo al grupo y poniendo en peligro su salud y la de todos.
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